SI PREGUNTAN POR MÍ
por Manuel Gahete
Reseña aparecida en el suplemento literario de Diario Córdoba
Cuadernos del Sur
Página 11, 22 de mayo de 2022
Si me preguntan por Juan Ramón Barat, tendré que decir –y no obligado por la amistad– que es un autor comprometido con la palabra, lo que significa un franco diálogo entre la dialéctica y la realidad, el alimento que genera la deconstrucción de lo heredado y el aliento de lo íntimo, ese cruce vital y trascendente que concita el proceso creador y su hermenéutica. Como ustedes saben Juan Ramón Barat Dolz nació en plena canícula de agosto del año 1959 en Borbotó, pedanía de Valencia desde 1888. Su vida, como la de tantos escritores –y no diré solo españoles– deriva, por decirlo de una manera delicada, entre el abrumador territorio de la enseñanza y el no menos lancinante de la escritura. Probablemente hubiera querido –como quien les habla– dedicarse exclusivamente a esto del verso y la prosa, pero lo evidente es que nos hubiéramos muerto de hambre porque el escenario de la cultura –y sobre todo de la literatura– suele aparecer desoladoramente desolado. Y es intencionada la políptoton.
Juan Ramón cultiva con evidente éxito los diferentes géneros literarios (poesía, narrativa, teatro), dirigidos tanto al público infantil como al adulto y su trayectoria literaria está jalonada de numerosos premios y reconocimientos. En todos ellos, según la crítica, con la que estoy de acuerdo, son perceptibles rasgos estilísticos comunes: la claridad y el clasicismo, aunados para crear un universo literario muy personal, que hunde sus raíces en la tradición para insertarse de lleno en el émbolo, ahora confuso pero siempre reiterado, de la contemporaneidad.
Así, en su poesía se imbrican sin aspereza la ciencia de los clásicos, el discurso existencial, los ecos de la memoria y la lucidez del pensamiento. Esta compilación de recursos dota sus obras de veracidad, pero también nos acerca a territorios donde la imaginación se convierte en esencial protagonista. Lo histórico y lo mítico se enhebran y trenzan una complejo canevás de situaciones que oscilan entre el rigor de lo documentado y la capacidad de llevarnos hacia experiencias inexploradas, logrando esa combinación precisa a la que aspira todo escritor entre lo útil y lo deleitable, el prodesse y el delectare que aúna entretenimiento y didáctica.
Si preguntan por mí integra todas las características que caracterizan su obra. Publicada en la prestigiosa editorial sevillana Renacimiento en 2021, evoca con obstinación el carácter natural de la poética de Antonio Machado, labrada sin artificio, empapándonos de un aire ligero que convierte el vértigo de vivir en solaz remansado; infundiendo a la cotidianidad un halo de materia lumínica, un altorrelieve de signos que hubieran quedado preteridos en la rutina de las horas, en la ruina de los días, en el tempus fugit de los años que, de no habitar en la palabra, desaparecerían proscritos en el olvido más yermo, porque en la leve pátina donde surge el poema todo puede adquirir “la espesura de oro de los prodigios” (p. 24), como si todo lo que habita en los territorios intactos de la infancia regresara a nuestro presente ofreciéndonos la oportunidad, casi siempre improbable, de ser felices “en medio del estiércol” (p. 27). De esta convulsión evocadora versa “El sol de la infancia”, primer capítulo de un libro con cuatro partes bien definidas: El segundo, “Amor y geometría”, breve en extensión, pero cardinalmente sensitivo, nos remite al vínculo intangible que interseca la pasión amorosa y el élan vital asociado a la instancia anímica o fuerza hipotética que Bergson relaciona estrechamente con la conciencia. Un poderoso paréntesis que justifica por sí solo el sentido del libro, “la razón sin porqué de la existencia” (p. 32).
“Barro solo” es el título de la tercera parte, un daguerrotipo confesional de “alguien que habita / con más pena que gloria en los suburbios / de la insignificancia” (p. 37); “una sombra entre sombras” (p. 38) que nos remite al caligramático Apollinaire (“l’ombre de l’ombre”) y al taciturno Bergamín (“sombra de mi sombra”); un átomo feble condenado al olvido y el silencio, a ser despojo vano de la muerte; en incesante incertidumbre sobre todo lo que hacemos o dejamos de hacer cuando, al fin, acabaremos convertidos, inexorablemente, “en tierra, en polvo, en humo, en sombra, en nada”, rememorando el verso sublime de Luis de Góngora; sometidos al fatum de la existencia trabado en las metáforas del barro, los sepulcros, los ojos del besugo, el jazmín pisoteado, los posos de la taza del café, la vieja jarra rota, la desarmonía del mundo, el desgaste del amor o la efímera imagen de la infancia y la inocencia.
Con el epígrafe “El cuento de nunca acabar” se cierra el libro proteico y lúcido de Juan Ramón Barat: “Dar sentido a la vida carece por completo de sentido”. Tras la honda reflexión de nuestra exigua existencia, Barat reconstruye el sentido del contrasentido y apela a la maternidad, a la fe, al no sé qué que queda balbuciendo en el misterio de las galaxias, a la resurrección y el eterno retorno, a la virtualidad de los sueños, al amor, la mayor conquista de la especie humana, a pesar de la violencia, de la tragedia de existir, de las promesas que no se cumplieron y el cruel destino del homo Viator, navegante sin brújula, peregrino de un mundo desconcertado que obliga a refundar el clamor del desabrido y genial Góngora, del que al final quedó como un estigma luminoso el temblor de la tinta (p. 88), la soledad de un escalofrío.
Ganador de los Premios Nacionales de Poesía “José Agustín Goytisolo”, en 2001, por Poemas desatinados y «Blas de Otero», en 2006, por Malas compañías, así como el Nacional de Teatro Infantil «Érase una vez Lorca», con la obra Una de indios, en 2005; ha obtenido también los premios internacionales de Poesía “Ciudad de Torrevieja”, en 2002, por Como todos ustedes, el “Ateneo Jovellanos de Gijón”, en 2003, por Piedra primaria, el “Leonor” en 2003, por Breve discurso sobre la infelicidad; y el Internacional de Novela «Ciudad de Salamanca» en 2013, por Infierno de Neón; año en que consigue el Premio Hache a la mejor novela juvenil, por Deja en paz a los muertos, Juan Ramón Barat es, sin duda, uno de los grandes nombres de nuestra literatura contemporánea, lo que demuestra en cada uno de sus libros, ejemplo palmario de un talento nato y una voluntad inexpugnable.