HABITARÁS LA SOMBRA

Una novela de los hermanos Josías y Daniel Martínez Fajardo

J. R. Barat

 

   Habitarás la sombra es el segundo número de la colección Zigurat, de la editorial Carena. Se trata de la opera prima de los hermanos Martínez Fajardo: Josías y Daniel, una historia que transcurre en la actualidad, concretamente en el año 2012, por lo que las referencias culturales, el estilo, el lenguaje y los planteamientos vitales son completamente coetáneos a nosotros, los lectores.

    La historia de la literatura está plagada de curiosidades: mujeres que escriben bajo nombre de varón (Fernán Caballero era, en realidad, Cecilia Böhl de Faber), hombres que escriben bajo nombre de mujer (Marguerite de Ponty no era otro que Stephan Mallarmé), autores que firman con pseudónimo (Stendhal ocultaba la identidad de Henri Beyle), escritores que utilizan diversos heterónimos (Fernando Pessoa era, al mismo tiempo, Ricardo Reis, Álvaro de Campos, Alberto Caeiro, Bernardo Soares…), autores que no firman su obra para permanecer en el anonimato (El Lazarillo de Tormes), autores que dicen que su obra es, en realidad, una transcripción de una obra de otro autor (Cervantes dijo que el Quijote estaba basado, en realidad, en un manuscrito de un tal Cide Hamete Benengeli). A veces, una obra está escrita por dos autores: Alex Rovira y Francesc Miralles escribieron La última respuesta. Andreu Martín y Jaume Ribera crearon al famoso detective Flanagan, protagonista de una serie juvenil cuyo primer título era No pidas sardina fuera de temporada. La última curiosidad se refiere a las obras creadas al alimón por dos hermanos. Tal es el caso de los hermanos Grimm, de los hermanos Álvarez Quintero, o los hermanos Zipi y Zape; perdón, quise decir Josías y Daniel MF.

   Es cierto que la trayectoria literaria de HMF se parece todavía a un páramo despoblado. Han hecho alguna incursión en el mundo de los guiones cinematográficos y en el de los cortometrajes. Pero su andadura como escritores no ha hecho más que empezar. Habitarás la sombra es su opera prima. La primera piedra de la que a buen seguro será un inmenso y hermoso edificio literario.

   Hablar simultáneamente de Josías y Daniel, Daniel y Josías no es fácil. Nunca se sabe cuándo acaba la noche y empieza el día. Dónde está la línea invisible que separa una gota de agua de otra gota de agua. En su caso, la línea que separa una gota de tónica de una gota de ginebra. Dicho de otra manera. ¿Cuál de los dos es el Gin y cuál el Tónic?

   Habitarás la sombra es una obra literaria que rinde culto a las novelas de tradición vampírica. Entre las precursoras del género podemos destacar: The Vampyre, de John William Polidori (1819), Camilla, de Sheridan Le Fanu (1872) o Drácula, de Bram Stoker (1897). Todas ellas crearán el caldo de cultivo de lo que será, posteriormente, un subgénero tanto literario como cinematográfico. En el cine, baste con recordar la película de Friedrich Wilhelm Murnau, Nosferatu (1922) o la saga literaria Crepúsculo, tan reciente. Entre una y otra, cientos de versiones del mito. Y actores inolvidables, como Bela Lugosi o Cristopher Lee.

   La estructura de nuestra novela es lineal y al mismo tiempo circular. Circular porque la historia da comienzo y acaba con una referencia bíblica. Concretamente al Génesis. El hombre habitará la tierra. Pero también, la sombra. El Bien y el Mal. La Luz y la Oscuridad. La eterna lucha entre Dios y Satán. Pero decíamos que la obra mantiene una estructura lineal porque tiene un desarrollo que podríamos resumir con el esquema clásico de planteamiento, nudo y desenlace. A partir de unos sueños premonitorios y una casualidad (que tal vez no sea tan fortuita), el protagonista se ve incitado a iniciar una búsqueda. Una búsqueda que lo conducirá hacia sí mismo. Como en las Sagradas Escrituras, otra vez el Génesis, el conocimiento acarrea el fin de la felicidad. Adán y Eva comieron de árbol prohibido del Bien y del Mal (la simbólica manzana) y como consecuencia fueron expulsados del paraíso. Nuestro protagonista (y su particular Eva) también comerán del árbol del conocimiento y será expulsado del mundo de la luz. Simbología bíblica. Paralelismo genesíaco.

   Diego Odola y Aurora se convierten así en una recreación del dueto formado por los primeros pobladores del planeta. Ambos están destinados a la felicidad, con una condición. No cruzar el límite que el Dios de la Luz les ha impuesto. Cruzar ese límite conduce a la catástrofe. Pero ellos no lo saben. No saben que forman esa pareja edénica y que el Mal que siempre acecha, encarnado en una serpiente o en una fotografía, les va a tentar. Sí. Una fotografía, aparentemente inocente, una instantánea encontrada al azar en un puesto del rastro de Madrid.

   La obra es, por tanto, claramente simbólica. Y como no podía ser de otro modo. Simbólicos son los nombres de los personajes que pueblan la obra. Para empezar, Aurora (nuestro principal personaje femenino) significa amanecer. Es la primera mujer sobre el mundo: el principio, el alba, el amanecer de la humanidad. La madre de la especie. En la novela, es simplemente la única mujer. AURORA, con mayúsculas. La otra mujer que aparece en la novela es producto de una ficción, pues se trata del personaje de una novela dentro de la novela. Se trata de una Aurora desdoblada, pues su nombre ahora es Rosaura. Compárense los dos nombres: Aurora y Rosa-Aura. Ambas comparten la misma simbología: el amor y el erotismo, el sexo, el origen de la vida. Por lo que hace al protagonista principal, Diego Odola, pronto descubrirá que está maldito desde el mismo momento en que fue bautizado. En la obra aparecen otros personajes que, son, en realidad, el mismo individuo: Jaime G. Sanz, Santiago Sanseacreau, Jackob Saint-Blood… En realidad, Diego, Jaime, Santiago y Jacobo son el mismo nombre. Y los apellidos Odola (vasco), Sanz, Sanseacreau y Saint-Blood comparten la referencia a la sangre. Se trata, pues, de un bautismo, sí. Pero no de agua.

   El hilo conductor de la novela será un antepasado del protagonista: el abuelo Víctor Saavedra, antiguo luchador de la Guerra de Cuba, hombre desaparecido en extrañas circunstancias y que se le representa a Diego Odola en absurdos sueños en los que hay macabros rituales, gusanos, ratas devoradoras de hombres, escenas sangrientas, fantasmas, cadáveres que se levantan de sus tumbas, huesos que crujen bajo pisadas tenebrosas… Asistimos a una serie encadenada y horrible de pesadillas, de sueños proféticos, de apariciones y desapariciones inexplicables.

   Diego Odola, joven y bohemio, acostumbrado a una vida disoluta de alcohol, drogas y sexo, pronto se da cuenta de que algo está ocurriendo en su vida. Espantado por sus propias pesadillas, empieza a no poder conciliar el suelo: “Nada tenía que ver lo que me estaba ocurriendo a mí con la apnea, la narcolepsia, el insomnio o cualquier otro tipo de disomnia”.

   La curiosa fotografía encontrada en el Rastro reproduce un grupo de intelectuales, artistas, escritores, poetas de principios del siglo XX. En aquella instantánea, Diego logra reconocer la figura de su tatarabuelo, Víctor Saavedra y decide investigar. ¿Quiénes son aquellos hombres que figuran allí, retratados para la eternidad? Pronto descubrirá que se trata de unos amigos que se hacían llamar los Neorrománticos, que se reunían periódicamente en el Café Nápoles, de Madrid, y que se dedicaban a beber absenta, fumar opio, leer a los escritores prohibidos, y que poco a poco fueron desapareciendo sin dejar rastro, víctimas todos de un final trágico que nadie había podido esclarecer nunca, como si fueran todos personajes de las propias leyendas o relatos de misterio y terror a los que eran tan aficionados.

   De ese modo, Diego y Aurora –Adán y Eva en versión moderna-, se convertirán en dos improvisados detectives. ¿Qué sucedió realmente con los Neorrománticos? ¿Qué fue de ellos? ¿Qué fue del abuelo Víctor Saavedra? Las pesquisas pronto los conducen hasta un personaje entrañable: el profesor Mario Granados, un hombre que trabaja en un instituto nocturno de Bachillerato en Vallecas, y que es autor de una tesis sobre el tema. Granados les descubre la existencia de una novela maldita: Manual de caza, publicada por uno de aquellos hombres que formaron el grupo de los Neorrománticos. Una novela de la que se publicaron pocos ejemplares, casi todos desaparecidos. Granados tiene el que es tal vez el único ejemplar de Manual de caza, un libro que habla de vampirismo, de ocultismo, de misterios inexplicables, de amor, de sexo y de muerte.

   Pero las pesquisas también los conducen hasta un personaje diabólico: Santiago Sanseacreau. A través de las redes sociales, nuestros dos protagonistas consiguen averiguar que en cierto lugar oscuro y lúgubre se va a celebrar una extraña fiesta gótica para amantes del vampirismo. Allí conocen a una serie de personajes pintorescos. Entre ellos, el mencionado Sanseacreau. Un tipo siniestro que pronto los atrapará en su juego de luces y sombras.

    Manual de caza es pues, un libro dentro de otro libro. Los hermanos HF usan el recurso de las cajas chinas para proporcionarnos un juego de espejos en el que las dos historias: la real y la literaria se superponen, una sobre la otra, como dos mundos paralelos y delirantes, hasta que acabamos por perdernos como en un laberinto de tinieblas: ¿qué es verdad y qué es mentira? ¿dónde está el mundo real y dónde el onírico? Es, en efecto, un golpe maestro, pues el acierto literario consiste en que el protagonista real (Diego Odola) se ve completamente reflejado en la obra literaria que lee de un tirón, con los ojos desencajados por el asombro: allí está El Maestro, que no es otro que Santiago Sanseacreau. Allí está Rosaura, que no es otra que Aurora. Allí está el protagonista, que no es otro que él mismo. Condenado a vivir eternamente en la sombra.

   Hay muchas referencias musicales en la novela. Tomemos nota de algunas: los Strokes, Pimpinela, Procol Harum con su blanca palidez, el pegadizo Bitter sweet symphony de The Verbe, The Cult, Evanescence…

   La novela sirve de testimonio también para manifestar la deuda impagable que nuestros dos autores tienen contraída con la literatura de todos los tiempos. Habitarás la sombra es una pequeña enciclopedia básica literaria. Se dice “Mi obsesión por coleccionar instantáneas de época en las que aparecían personas anónimas de las que jamás conocería absolutamente nada…”, tal obsesión nos recuerda al personaje del padre en El tragaluz, de Antonio Buero Vallejo. Recordamos a Jack Kerouac (King of the Beast)… y los road movies (con su dosis de marihuana, alcohol, poesía, novela). Recordamos a Arthur Conan Doyle, ya que Diego y Aurora forman, según se nos dice en un momento, la versión castiza, posmoderna y heterosexual de Sherlock Holmes y Watson… Recordamos a los escritores malditos de Verlaine. Recordamos a Jack el Destripador, al doctor Jeckyll y a Mister Hyde. Recordamos la Tierra Media de El Señor de los Anillos. En cierto pasaje se nos dice: “Pasábamos horas enteras discutiendo los postulados de Rousseau, analizando la influencia de Goethe, el prólogo a la segunda edición de Baladas líricas de los poetas ingleses Wordsworth y Coleridge, auténtico manifiesto del movimiento romántico, del genial escritor fancés Víctor Hugo… Leíamos y polemizábamos sobre las obras del Duque de Rivas, Zorrilla, Espronceda, Arolas, Gómez de Avellaneda… y especialmente del que considerábamos el más grande: el maldito por excelencia y con el que compartíamos su romanticismo tardío: Gustavo Adolfo Bécquer”. Hay alusiones a Nietzsche porque se nos habla del alumbramiento del superhombre. Recordamos a Murakami, a Maupassant, a Sade y a Sacher-Masoch. Recordamos Las narraciones extraordinarias de Arthur Gordon Pym o El Cuervo, de Edgar Allan Poe, escritor también maldito, muerto por sobredosis etílica a la puerta de una taberna inmunda. Recordamos a Stephen King, maestro de las novelas de terror. Recordamos poetas modernos, los hermosos versos de Ángel González: “esperanza, araña negra del atardecer”… Y también recordamos algunos mitos clásicos: el Ojo de Horus, Pandora y su caja de males, Prometeo y su fuego encadenado, Venus y su belleza marmórea…

   Del mismo modo, Habitarás la sombra rinde un especial homenaje al cine. Por sus páginas desfilan títulos, frases, actores, secuencias, directores, productores… que ponen de manifiesto el culto de los HMF al séptimo arte: “Esperemos que sea el principio de una gran amistad” (Casablanca). / Vemos una catwoman y un gnomo empalmado, algo propio para una película de la perturbada mente de John Waters (director de cine independiente de EE.UU, autor de Films transgresores y socialmente poco convencionales). Se cita a Star Wars, a Buffy, la cazavampiros. Recordamos a Nastassja Kinski en Cat People de Paul Schrader… En un momento determinado, un personaje exclama: “¿Hasta cuándo vamos a tener que aguantar la incompetencia y la desazón que produce el cine español de género? Jess Franco retirado, Jean Rollin fallecido. Sólo nos queda ese par de incompetentes Milio y Cuenca que perpetran una atrocidad tras otra… Otro personaje dice: “Hablas a lo Gary Oldman interpretando a Drácula… Eso mola”. El protagonista se confiesa a sí mismo “todo había sido un enorme MacGuffin con el que posibilitar un íntimo encuentro…”. Y más adelante, nos dice: “Cada vez que vuelvo a rememorar aquel instante me viene a la mente la escena de Blade Runner en la que Deckard aborda a la espantada Rachael del apartamento… “. Cuando todo está a punto de finalizar, Diego Odola exclama: “mi mente no hacía otra cosa que traerme imágenes de las viejas películas de la Hammer. Resultaba del todo ridículo pero el concepto de vampiro lo tenía asociado a ese gran icono del cine de terror clásico: Christopher Lee”. Nuestro protagonista, gran cinéfilo, recurre a metáforas y recursos del cine para narrarnos sus últimas sensaciones trágicas: “Fui desplazándome con el sigilo copiado de la cantidad ingente de películas bélicas… el feedback cultural que siempre acaba aflorando, producto de la educación sentimental de toda mi generación, trajo a mi mente todas las películas casposas de vampiros vistas en inacabables sesiones dobles de cine de barrio… Los primerísimos planos de los viejos westerns de Sergio Leone… la mediocre película de Nichols, Lobo, cuando Jack Nickolson comprueba todos estos cambios en su organismo…el gran mago de la animación stop motion Ray Harryhausen. / Pero este desfilar de imágenes, secuencias, escenas como en el final de Cinema Paradiso no es gratuito, sino que sirve a nuestros escritores para llevar al protagonista al borde del abismo, cuando acaba exclamando: “¿Quién soy? La misma pregunta que se formulaba Scott Carey, el protagonista del film El increíble hombre menguante… Estoy sentado en una vieja butaca del Gran Cinema y están proyectando una película: mi vida… Sólo resta añadir el final de esta película. Puesto a elegir, fundido encadenado y mi final favorito: la última secuencia de Lancelot de Bresson. Sublime. El caballero, herido de muerte tras la batalla, grita el nombre de su amada: ¡Ginebra!, antes de expirar.”

   Pero la novela no sería magnífica si no mostrara, además de las mencionadas referencias culturales, algunas excelencias de otra índole. Por ejemplo, son fundamentales las digresiones de orden moral, las reflexiones metafísicas y, sobre todo, la constante carga de crítica social, muchas veces aderezada de un humor ácido y corrosivo. El narrador-protagonista denuncia el lamentable estado de la iluminación municipal de la siguiente guisa: “La tenue luz que emanaba de aquellas viejas farolas se debía, a partes iguales, a los nuevos planes de ahorro energético con los que los políticos locales pretendían esconder el despilfarro culpable de antaño y, en otra gran parte, a la acción incívica pero constante de tanto cafre sin fuste que se dedicaba a apedrear bombillas”. Como no podía ser de otro modo, también hay dardos envenenados contra la incultura nacional: “Para buena parte de un país que no se significaba por su apego a la obra escrita…”. O contra las deficiencias alimenticias: “Aquella hamburguesa, compendio de todos los males nutricionales de una sociedad insana…”. Hay aforismos, sentencias y máximas bastante notables: “La maldad existe y goza de mayor salud que la bondad”. Por otro lado, sobresalen las reflexiones filosóficas: “Vivíamos en un mundo agnóstico con una fe ciega en la tecnología y la razón y, de repente, los mitos adquirían un valor explicativo de la realidad.” En otro momento, se nos dice: “Los afectos, las emociones o los temores son sentimientos imposibles de controlar”. A veces, incluso, las reflexiones de los personajes tienen un cariz antropológico: “Nunca he dedicado tiempo a aquellos planteamientos filosóficos transcendentales que nos elevan a un estadio superior al del simple animal mamífero cuyas únicas habilidades son escribir y andar a dos patas”. Como conclusión de la derrota, el narrador-protagonista exclama angustiado “justo en el filo donde los sueños se van a la mierda”. O también: “La inmortalidad, menuda milonga”.

   Respecto al estilo y el lenguaje, la obra alterna momentos de humor negro y de desolado escepticismo, momentos en los que domina un léxico culto y elegante con otros en los que predominan extranjerismos y acrónimos (frikis del terror gótico, cosplayers, freelance, el universo geek, los nerd patrios, las porno stars, look, overbooking… También abundan las referencias al mundo actual: “la sensación de ser el protagonista de un programa de Cuarto Milenio…, me entregó la botella de Ribera del Duero, me tomé un par de grageas de paracetamol, me serví un Bell –el auténtico malteado escocés… acomodé mi Iphone en la base del altavoz Sony XA900, descargué What You Want de Evanescence…

   El humor, como hemos apuntado, es una de las armas literarias más destacables en la novela. Algunos fragmentos son verdaderamente deliciosos: “¿Crees que conozco a otro gnomo que no seas tú?… Bueno, aparte de Sarkozy… / Mi súbita transformación de gnomo con lanza…(erección) / Me vi abocado a una de mis últimas tácticas para domar a aquel indisciplinado miembro que habitaba el bajo vientre: la selección de jugadores de fútbol más feos que recordaba: Di María, Reiziger, Ronaldinho, Ribery, el Mono Burgos… Una vez en mi mente se proyectaba el careto de estos tipos, la libido se desmoronaba como si de la cotización de la deuda pública española se tratase…” / Mi actividad neuronal parecía una fábrica japonesa produciendo a triple turno /

   La técnica de la descripción alcanza momentos excelentes.

a) De época: “La atmósfera despersonalizada del local, a mitad camino entre el bar de ambiente obrero y la cafetería hortera de diseño… nos sentamos en unos butacones que evocaban en mi memoria la postal de una sala de estar de una familia acomodada del desarrollismo tardofranquista. Sólo faltaba el televisor Grundig y la botella de Anís del Mono…”

b) de la psicología del personaje: “Perdido. Así se podía definir la situación que estaba viviendo. Mi vida parecía un compendio de días extraños. Nunca fui un adicto, en el sentido terapéutico del término, pero sí es cierto que conocía perfectamente la fisiología del desconcierto propia de las noches de exceso de alcohol y drogas. Sin embargo, aquella sensación no respondía a nada que yo conociera con anterioridad. Recordaba el ansia, la vorágine hormonal que la precedía y el devastador efecto de la misma: un agujero negro que ocupaba el lugar del alma, si es que todavía la poseía. Pero lo que más desconcierto y desasosiego me producía era la sensación de culpa que acompañaba los despertares de las pesadillas oscuras. No lograba fijar recuerdos, pero en mi interior anidaba la convicción de algún suceso terrible que estaba detrás de tanto sueño funesto y, lo peor de todo, el convencimiento de que tales historias terroríficas tenían su origen en mis propios actos”.

   Habitarás la sombra es una novela que merecerá por méritos propios el aplauso de la crítica y de los lectores más exigentes. Una obra destinada a perdurar en el tiempo. Recordemos, para finalizar, uno de los momentos más sobrecogedores de la historia: es el instante en que Diego Odola comienza la lectura de Manual de caza, la novela que fue editada cien años antes de que él naciera y en la que, sin embargo, de forma asombrosa, se ve completamente reflejado:

   “Mi nombre carece de importancia; sin embargo, mi historia es la historia de la propia humanidad. Surgen voces nuevas: Thomas Robert Malthus, Charles Darwin, Alfred Russell Wallace… Hombres de ciencia y con visión de futuro y valor para no callar. Hablan del hombre y de la selección natural; de los fuertes, que son los que sobrevivieron y mejoran la especie; y de los débiles, que desaparecen. De la supervivencia de la especie, porque durante millones de años de evolución el hombre ha matado para sobrevivir. Del depredador y la presa. Si el hombre es lo que es, es porque antes de todo ha sido cazador. Yo soy cazador”.

                   Xátiva, 06-03-14

                   Juan Ramón Barat

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