POÉTICA
Antología poética Águilas, 1999
J. R. Barat
Amo la poesía desde que tengo uso de razón. Me atrevería a decir, incluso, que mi vida sin la poesía carecería de sentido, pues toda mi existencia ha sido y sigue siendo una aventura poética.
La poesía fortalece mis recuerdos, los hace más nítidos y poderosos. Con ella viajo hasta mi infancia y rescato las sombras del pasado, puedo revivir la mirada de mi madre, el olor de aquella casa en la que me crié, recorrer las laberínticas calles de mi adolescencia y sentir la plenitud del mundo y su hermosura. La poesía me lanza hacia el futuro, alimenta mis sueños más disparatados, me permite volar como un pájaro sobre horizontes y estrellas, y sentir la totalidad de lo creado dentro de mi corazón. Pero, sobre todo, me ancla en el presente, ilumina mis noches, apacigua mi alma y ordena mis días.
Creo sinceramente que la poesía está dentro de mí, como de cualquier hombre, y que forma parte de mi esencia. Es amor y sufrimiento, vida y muerte, soledad y tormenta. Liturgia del espíritu y gramática del pensamiento. Los hombres no son nada más allá de los límites invisibles del alma, pálpito oscuro, vibración en la tiniebla, duda y abismo. Con la poesía el hombre se adentra en el luminoso territorio de lo eterno, de la palabra escrita con la tinta del corazón, del sentimiento inmemorial que nos desborda y la íntima pulsación trascendente.
En los ojos de las personas que amo, en su pequeñez o grandeza, en la simple hoja del árbol anónimo, en el vuelo de esos pájaros que cruzan el cielo, en la lluvia que cae de pronto en el invierno, en todo lo que existe y me rodea, en cuanto fue latido sobre el mundo o será algún día hermosa magnitud sobre la tierra, la poesía germina y crece, sencillamente «es» y nada existe en su ausencia.
La poesía no es juego de palabras, no es social ni individual, ni es privilegio de eruditos o académicos. Está en todas partes y es patrimonio sin dueño, al margen de los límites del tiempo y el espacio cósmico de los dioses.
Habita en el alma, y es inmortal.