ENTREVISTA AL ESCRITOR J. R. BARAT

Por José Antonio Olmedo López-Amor

Aparecida en El Periódico de Aquí. Valencia (17-03-2021)

Entradilla:

Juan Ramón Barat (Valencia, 1959) es narrador, poeta y dramaturgo,  licenciado en Filología Clásica e Hispánica y catedrático de Literatura española. Escribe para jóvenes y adultos. En su haber destacan premios como Ciudad de Torrevieja, Ateneo Jovellanos de Gijón, Leonor de Soria, Ciudad de Salamanca o José Agustín Goytisolo de Barcelona, entre otros. Esta primavera salen a la luz varios libros suyos: las novelas juveniles La cripta negra y La Cofradía de la Luna Roja (Ed. Bruño), la novela histórica Jaque al emperador (Ed. Algaida), el libro de relatos infantiles Cuento contigo para mejorar el mundo (Ed. Bruño) y el poemario Si preguntan por mí (Ed. Renacimiento).

¿Cuándo y cómo empezaste a publicar? ¿Siempre has querido ser escritor?

He escrito desde que era un adolescente. A los quince años componía canciones y las cantaba con la guitarra. También componía poemas sencillos. En la universidad publiqué mis primeros versos. Me casé y me fui a vivir a Tenerife, donde publiqué mi primer poemario con 28 años. Luego vinieron los hijos, los traslados… Tenerife, Valencia, Ciudad Real, Albacete, Almería, Murcia, otra vez Valencia… Años duros. En esos tiempos me dediqué a criar a mis dos hijos. Seguía leyendo y escribiendo, pero sin grandes aspiraciones. Un buen día me di cuenta de que mis hijos ya no me necesitaban tanto. Mi mujer y yo estábamos asentados en Lorca (Murcia) y podía dedicarme más a la labor literaria. Publiqué Poesía para gorriones, que se convirtió enseguida en un libro de referencia para muchos maestros y profesores. Al año siguiente publiqué un poemario titulado La coartada del lobo, que recibió muy buenas críticas. Casi sin interrupción, gané varios premios. Yo tenía unos cuarenta años y supongo que había llegado a la madurez literaria. Los años de estudio, lectura y escritura en silencio comenzaban a fructificar. El resultado inmediato de todo esto fue la publicación de una antología en Hiperión. Mi obra poética crecía. Luego vendrían el teatro y la prosa. Mi primera novela juvenil fue Deja en paz a los muertos, editada por Carena. Con ella obtuve el premio más hermoso que se puede lograr: el premio Hache. Y es el más hermoso porque lo conceden los propios lectores.

¿Qué pueden aportar las Humanidades a la educación? ¿Cómo justificas su cuestionamiento y los intentos por apartarlas del sistema educativo?

Yo no sería el que soy-lo que soy sin las Humanidades. Siempre he dicho en público que lo que más me ha ayudado en mi trayectoria como profesor y como escritor han sido mi estudio de las lenguas clásicas y la sintaxis. Muchos escritores (algunos, incluso, famosos) no saben escribir correctamente. Son leístas, confunden las construcciones “deber de + infinitivo” y “deber + infinitivo”, desconocen lo que es una interrogativa indirecta, ignoran qué es un vocativo… etcétera. Podría hacer una larga lista de errores gramaticales bastante usuales. El estudio del griego y el latín me ha servido, entre otras muchas cosas, para conocer la etimología del léxico que manejo. La sintaxis y la morfología son indispensables para construir de manera precisa un discurso, sea dramático, poético o narrativo. Y luego está el legado literario que nos han dejado Menandro, Anacreonte, Cicerón, Virgilio, Ovidio, San Juan, Garcilaso, Quevedo… Hay muchos escritores que jamás han leído a un clásico. Los políticos que son los que manejan los hilos de los planes de estudios suelen ser unos bárbaros, en el sentido literal del término. Cuanto más ignorante sea el “honrado pueblo”, mejores réditos electorales sacan quienes han convertido la política en una forma personal de medro. Diré una cosa que es indiscutible: los cimientos de una sociedad libre, crítica, madura y culta se forjan en las aulas. Un país que no se preocupa por la educación de sus ciudadanos será siempre un país de cavernícolas. Los políticos suelen tener una visión del mundo cortoplacista. ¿Y qué tienen que ver las Humanidades en todo esto? ¿Alguien es capaz de imaginar un mundo sin Mozart, sin Velázquez, sin Lope de Vega, sin John Huston, sin Bob Dylan, sin Rafael Sanzio, sin Dalí, sin García Lorca, sin Morricone, sin Heidegger, sin Benedetti o sin Schopenhauer? Yo, desde luego, no.

De tu experiencia como profesor de Lengua y Literatura ¿qué te ha quedado como enseñanza? ¿Has contagiado la necesidad de escribir a alguno de tus alumnos?

Estoy retirado de la enseñanza. Siempre he intentado inculcar en mis alumnos el amor por la lengua y la literatura. Y más aún, por la cultura en general. He dado clases con la guitarra, en plan juglar. He llegado al aula con una cesta llena de libros y he empezado a repartir como el que reparte golosinas. He realizado representaciones teatrales, recitales poéticos, encuentros de autores, talleres literarios en horario no escolar, revistas, periódicos, rutas literarias… Todo lo que a un profesor se le pueda ocurrir seguramente lo he hecho a lo largo de más de treinta y cinco años de labor docente. Sé que he logrado despertar en muchos de mis alumnos el amor por los libros y el gusto por la escritura.

Has publicado novela histórica (1707), poesía para niños (Poesía para gorriones, Luna de mazapán, Historias estrafalarias…), obras teatrales (Anfitrión y el otro, Una de indios...) e incluso una novela descarnada e impactante que cuenta las consecuencias de la explotación sexual (Infierno de neón). Demuestras una versatilidad nada común. ¿Cómo consigues adaptar tu inspiración a esos drásticos cambios de género y de registro?

La literatura es un universo inagotable. Está llena de sorpresas, de misterios, de maravillas… ¿Por qué limitarse solo a un género? ¿Por qué escribir solo para adultos? Cada proyecto literario es para mí un reto. Creo, sinceramente, que el escritor de verdad no debe temer a ningún género ni a ningún público. La poesía ofrece unas posibilidades expresivas únicas. En ella juega un papel fundamental la concisión. Un gran poema suele ser el resultado de una exquisita destilación. Lógicamente, la novela se mueve por otros derroteros. Una detallada descripción necesita adjetivos, oraciones subordinadas, recursos retóricos, una sintaxis compleja… El teatro exige manejar acotaciones y diálogos con gran fluidez. No es fácil mantener el ritmo dramático sobre un escenario. Luego está el receptor. No es lo mismo escribir para adultos que para niños. Hay que meterse en la piel de los personajes, pero también en la del lector. ¿Cuáles son sus expectativas? ¿Qué resortes hay que mover para llegar a su alma? Un escritor serio debe ser capaz de acometer cualquier desafío. Víctor Hugo, Oscar Wilde, Shakespeare… fueron escritores que cultivaron todos los géneros. Pondré algunos ejemplos de la literatura española: García Lorca, Unamuno, Valle Inclán, Cervantes, Lope de Vega, etc. ¡Y lo hacían de perlas!

Acabas de ganar el premio de Poesía Feria de Los Palacios y Villafranca con tres poemas que has titulado Autorretrato en 3D, pero según unas declaraciones tuyas, este trabajo forma parte de un libro que vas a publicar próximamente.

El certamen exigía que el trabajo presentado no sobrepasara los ochenta versos. Decidí presentar tres poemas de los que estoy escribiendo últimamente. Se presentaron 420 candidatos y salí vencedor. Eso, como es lógico, alegra a cualquiera. Mis tres poemas mantenían una coherencia temática: en los tres hablaba de mí mismo, aunque desde ángulos distintos. Por eso titulé el conjunto Autorretrato en 3D. Alguno de esos poemas formará parte del libro que sale a la luz en breve en la editorial Renacimiento bajo el título de Si preguntan por mí.

Daniel Villena (Deja en paz a los muertos), uno de los personajes más emblemáticos de tu literatura para jóvenes, va a dar el salto del libro a la pantalla cinematográfica. ¿Qué nos puedes contar de este proyecto?

La historia de Daniel Villena es muy hermosa. Cuando mis hijos eran unos adolescentes decidí escribir una novela en la que ellos aparecieran como protagonistas. Por eso llamé a los dos personajes principales Daniel y Ángel, que son mis hijos. Y por la misma razón, ambienté la historia en San Juan de los Terreros, una población pequeña y marinera del noreste de Almería donde pasábamos los veranos. La novela tuvo mucho éxito y obtuvo el Premio Hache 2014 en Cartagena. Daniel Villena se convirtió de repente en una especie de Harry Potter a pequeña escala. No tuve más remedio que escribir una segunda parte: La sepultura 142. Y una tercera: Llueve sobre mi lápida. Y una cuarta: La noche de las gárgolas. La quinta acaba de salir a la luz: La cripta negra. Como bien dices, hay una productora llamada Marben Media que trabaja para llevar al cine la saga completa.

¿Crees que de la experiencia de esta pandemia podrán emerger historias para tus próximos libros?

Todo en la vida tiene su lado positivo. Incluso la pandemia. A mí me ha venido bien para hacer un alto en mi ajetreada vida. El curso anterior a la pandemia visité unos 130 centros escolares. Y en algunos de ellos llegué a hacer hasta cuatro sesiones con los alumnos. Ahora leo, paseo por el patio, escribo mucho, veo cine, estoy con la familia… Vamos, más feliz es casi imposible. Tengo la suerte de vivir en una casa de pueblo, en Moncada. Tenemos chimenea donde arde del fuego y un patio con un limonero, flores y arbustos. También tengo la suerte de contar con una familia maravillosa. Mi mujer, grandísima lectora, me apoya en todo lo que hago y me ayuda a corregir lo que escribo. No me deja pasar ni una. Mi hijo Ángel estudia Piano y Composición y anda todo el día tecleando cosas de Chopin, Liszt o Rachmaninov. Vamos, que estoy en la gloria.

Háblanos de Jaque al emperador, tu próxima novela histórica. ¿Qué encontraste en José Romeu, el personaje principal?

Me gusta también escribir novelas para público adulto. ¿Cómo no? Esa es la verdadera prueba de fuego. Dentro de los distintos subgéneros, me atrae especialmente la novela histórica. Adentrarte en una aventura de este tipo es como viajar en el tiempo. Me parece apasionante trasladarme a otra época. Para ello debo documentarme mucho. La historia está llena de personajes fascinantes que nadie recuerda. Basset, el protagonista de 1707, fue uno de ellos. La novela Jaque al emperador se vertebra en torno a José Romeu, un saguntino que lo dejó todo (familia, hacienda y vida) para luchar contra la invasión napoleónica durante la Guerra de la Independencia. Es un personaje increíble. Se merecía una novela y, seguramente, mucho más. He tratado de ser fiel a los hechos, pero también he tratado de recrear la época, los ambientes y los acontecimientos de una forma literaria y amena. Romeu es uno de esos seres humanos de los que te enamoras sin darte cuenta. Espero que la novela esté a la altura del personaje.