UNA OSCURA TRISTEZA
(Un año después del terremoto de Lorca, 2011)
Es imposible hablar de Lorca sin recurrir a la tristeza cuando se cumple un año del fatídico terremoto que sacudió sus cimientos.
Nunca como entonces presencié tanto altruismo. Resultaba conmovedor observar cómo los hombres, en la tragedia, ejercitan la fraternidad universal. También los políticos multiplicaron sus promesas. Nadie pensaba escatimar esfuerzos para reconstruir lo devastado.
El tiempo, sin embargo, ha puesto al descubierto la triste realidad: Lorca, la ciudad que lleva un año agonizando, ha entrado en coma.
Hay 7.000 personas sin casa, y quienes tenían pisos desocupados han subido los alquileres hasta límites indecentes. Bancos y constructores, enriquecidos con la especulación, disponen de unos mil pisos que nadie habita. Además de las 1.500 viviendas derruidas quedan todavía 500 en estado de “indefinición”. Están para tirar, pero nadie se responsabiliza de ellas. Consecuencia: miles de personas viven desplazadas o hacinadas, a veces en condiciones infrahumanas, explotándose y realquilándose unas a otras.
¿Qué diremos de nuestros políticos? En un año contamos tres Reales Decretos de Ley, tres comisionados nacionales, un Plan Lorca –fracasado-, una Comisión Mixta –también fracasada- y miles de promesas incumplidas.
La Comisión Mixta aprobó una partida de 26 millones y sólo se vieron 4. A Murcia llegaron 9 millones desde Madrid, pero Valcárcel aún no los ha entregado a los lorquinos. Él sabrá dónde los guarda. Como sabrá dónde guarda los 400.000 euros del seguro del Conservatorio.
El Gobierno Regional en sus presupuestos para 2012 no ha contemplado ninguna partida para Lorca. Ninguna.
Luego están las desgracias colectivas. Hay dos institutos desaparecidos: el Ros Giner y el Arcas Meca: dos mil personas, entre alumnos, profesores y personal laboral. También ha sido derruido el Centro Médico Lorca-Centro, y se quedó sin hacer el de Lorca-Sutullena. El Conservatorio languidece en un colegio de Primaria. El Complejo Deportivo Europa está inservible. El patrimonio cultural religioso necesita 50 millones, pero la Conferencia Episcopal sólo piensa aportar dos. Con la Iglesia hemos topado.
La gente lleva un año esperando. Los plazos caducan, los dineros no llegan, las fuerzas se evaporan. Muchos damnificados son ancianos o inmigrantes. Las tres plataformas ciudadanas tratan de levantar los ánimos y buscar soluciones. Ha habido varias manifestaciones, en Murcia y en Madrid, ante el Congreso de los Diputados. El alcalde de Lorca, Francisco Jódar, y su equipo de gobierno, no sólo no han participado en esas manifestaciones –deberían haberlas encabezado-, sino que se han permitido la desfachatez de censurarlas. Evidentemente, no se han alineado con su pueblo sino contra él, siguiendo las consignas del partido. El delegado del Gobierno en Murcia, Joaquín Bascuñana, pregona que el problema lorquino no es de dinero, sino de falta de planificación vecinal. Sin comentarios.
El primer sentimiento que experimento es de indignación. Y de vergüenza ajena. Sí. Me siento indignado y avergonzado por quienes nos gobiernan. Y mientras reflexiono, ese sentimiento se transforma lentamente en tristeza. En una viscosa, espesa y oscura tristeza que saboreo en silencio, como un vino ácido que me quema la garganta y el estómago. Y el alma.
La Verdad, Murcia,2012
J. R. Barat