COMPLETAMENTE MONTERO

Universidad de Murcia, 2000

 

J. R. Barat

 

   Por las calles silenciosas de una ciudad extraña cruza un hombre taciturno. Frágil y abstraído, el cuello del gabán alzado, el cigarrillo en los labios, la mirada perdida en un horizonte de brumas amarillas. En sus bolsillos, toda la soledad del mundo. Camina bajo la luna gitana, refugiado en sus interiores cuarteles invernales, meditando en el realismo singular de la existencia cotidiana, en la inutilidad de la poesía o simplemente extraviado en sus recuerdos, “esos gatos sonámbulos del tiempo”.

   A veces se sienta en un café o se detiene ante un escaparate. Atraviesa avenidas con coches y semáforos, se mezcla entre la gente que grita o va al cine, corre bajo la luvia y escribe endecasílabos. Pero cualquiera diría con Antonio Muñoz Molina que este hombre solitario y urbanícola, “vive en este tiempo como un extranjero”, como alguien expulsado de su propio destino y que vaga sin rumbo en un paisaje sin héroes y sin dioses.

   La poesía es para él como la confesión espontánea de una verdad, el fuego de un amor o un desengaño, una forma de morir, el modo de plasmar las experiencias más sencillas o las más profundas. Rechaza el barroquismo gratuito, el culturalismo vacío, la poesía concebida como un lujo excluyente y defiende un regreso al realismo, la verosimilitud, el compromiso del individuo con el entorno, la coloquialidad expresiva en el estilo, la elaboración rítmica y los temas cotidianos. Es decir, la poesía de los seres normales. Las musas también pueden vestirse con vaqueros.

   Sabe que vive en un mundo hostil, grosero, azotado por la barbarie y la demolición del espíritu, que la locura de esta sociedad trepidante galopa como una gangrena insoportable. Sabe que los libros están al precio de la droga dura, que la literatura ha entrado en coma, que el régimen burgués y el monstruo capitalista están devorando sus propios mitos para fiscalizar los orificios que origina esta vertiginosa postmodernidad. Pero también sabe que la palabra escrita es una forma de rebeldía, un modo de combatir contra la angustia y la agresión, una actitud vital ante la injusticia, el dominio y la modorra. Sabe que la palabra escrita permanece más allá de la efímera existencia de los hombres, que puede convertirse en un arma capaz de modificar el curso de la historia. Que el mundo puede ser rehabilitado con las letras, como un texto o un estilo.

   Por las calles silenciosas de cualquier ciudad extraña cruza un hombre taciturno. Toda la soledad del mundo en sus bolsillos. Luis García Montero. Esperemos que la vida le trate dignamente.

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