Sobre el libro

Malas compañías, de J. R. Barat,

por Juan TOMÁS FRUTOS

periodista y escritor

(Articulo aparecido en Campus Digital de la Universidad de Murcia)

Malas compañías: éste es el título de un libro de poesía de Juan Ramón Barat, un lorquino de adopción, nacido en Valencia y que, con su vida, y, más aún, con su obra, se considera ciudadano del mundo. Lo es. Sorprende con esta obra, que no es ni la primera ni la última.

Su literatura es una compañera perfecta, una buena compañía, una infatigable colega, diría yo. Ha sido galardonada con el Premio de Poesía Blas de Otero, que otorga el Ayuntamiento madrileño de Majadahonda. Así, ha conseguido ver la luz en la Colección Julio Nombela, contando, igualmente, con la intercesión de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles. Vamos: más avales resulta imposible para un autor que juega con las palabras para sacar adelante sentimientos serios sobre la vida, sobre sus fatigas, sobre las eternas dudas existenciales, que son todavía más vacilaciones, si cabe, en el caso de Barat.

El libro se divide en cinco partes, al menos con carácter formal: “Amarga miel del sueño”, “Malas compañías”, “La hermosa lumbre”, “Liquidación de existencias” y “Rosas amarillas”. Hay dolor en esta poesía, también razón, así como un entresacado de ninguna parte hilo de esperanza por el mañana, por el hoy que es, o que quizá no es. Podemos describir con los subtítulos mucho de lo que es la personalidad de Juan Ramón, aunque él no lo reconocerá, no abiertamente.

En son de paz nos viene por la medianoche, dándole vueltas a mil sentimientos, a ideas que amargan como los sueños , con problemas de espejos , de ese tiempo que se fuga, de lo absoluto , esté donde esté. Mira por encima y por debajo de la tierra como un hombre cualquiera , con fulgor , desde el ansia de libertad o de volar como una paloma en busca del árbol (¡ay, el árbol!).

Identificación

El tono es el que es, y solo si uno conoce a Juan Ramón sabe de su vitalidad, que aquí duele, mucho mucho. Menos mal que conozco su literatura infantil, su novela guerrera (también con esperanzas frustradas), que, de no ser así, parecería que hablo de mí mismo. Quizá por eso, porque se identifica tan bien con aquellos que miramos en azul y en gris, en verde y en amarillo, me gusta tanto esta poesía suya.

En la misma pura contradicción en la que se mueve por las distintas páginas de este libro concluye uno de sus poemas:

Como era de esperar

la historia terminó de forma trágica.

Cayó el telón al fin. Dejamos la ficción.

Al salir a la calle respiramos

el aire de la noche.

La dicha de ser libres.

Y la vida.

Direcciones, parábolas, un poco de alcohol en letra, agua sin gas, miel, epigramas, conformismos, rebeldías, gafas, mociones, recursos… De todo hay aquí para que no falten sentimientos, que están para su uso y disfrute. No podía ser menos tratándose de Juan Ramón Barat. Genera sabores agridulces, eternos como la existencia misma: hay amargura, pero también mucho placer. ¡Que aproveche!