VAMOS A CONTAR MENTIRAS

Novela histórica de Nieves Álvarez

Editorial Lastura

2021

PRÓLOGO

Sospecho que cualquier lector conocedor de nuestra tradición cancioneril se acercará a la novela con una expresión de curiosidad reflejada en el rostro. Tal vez con el ceño fruncido. “Vamos a contar mentiras” es un verso que forma parte de una de las cancioncillas más famosas de nuestro patrimonio popular. La cantaron nuestros padres, nuestros abuelos y nuestros bisabuelos. “Ahora que vamos despacio / vamos a contar mentiras, / tralará”. ¿Qué querrá revelarnos la autora con un reclamo tan sugerente, con una propuesta tan audaz?

La respuesta sale a nuestro encuentro en los primeros compases de la lectura:

“Hubo un tiempo en que ni siquiera en los libros se estudiaba la verdad.”

El título no es baladí. Nos aproxima a una época fundamental de nuestro pasado más reciente. Esa en la que España tembló como una hoja azotada por el viento de la barbarie. Durante demasiados años nuestro país vivió algunas de las páginas más terribles de toda su historia. Comencemos por decir que los protagonistas de nuestra narración nacieron en los primeros años del siglo XX. El reinado de Alfonso XIII, violento y caótico, había degenerado hasta el esperpento: conflictos sociales, analfabetismo, desigualdades, intolerancia religiosa, guerras de África y el golpe de estado de Primo de Rivera, directorio militar incluido, eran solo algunas de las muchas lacras nacionales. La desastrosa situación desembocó en la proclamación de la Segunda República, cuyo camino estuvo sembrado de minas y obstáculos desde antes de comenzar su andadura. Los que tenían la sartén por el mango no iban a permitir que la tortilla de la historia se diera la vuelta fácilmente. Había que derramar sangre. La convulsión social, militar y política se tornó insostenible y las palabras subidas de tono dejaron paso a las armas. La sombra de Caín se cernió sobre la piel de toro. Llegó la guerra y por espacio de tres años los españoles se dedicaron a matarse entre sí. El fin de la contienda no trajo la paz sino el ensañamiento. La posguerra española coincidió con la Segunda Guerra Mundial y resultó devastadora para el país. Los vencedores no estaban dispuestos a perdonar a los vencidos. Más bien al contrario, la represión salvaje se convirtió en el pan nuestro de cada día.

Los protagonistas de la novela vivieron en primera persona tan terribles acontecimientos. Fueron víctimas de la sinrazón, de la locura colectiva, de la desfachatez humana, del odio irracional y de la injusticia. Su destino, como el de miles de españoles, dependió de la ruleta rusa del azar. Del capricho y la arbitrariedad de quienes empuñaban el fusil, el látigo o la pluma estilográfica con la que se firmaban las sentencias. Vivir o morir eran dos caras de una misma moneda que la mano de la fortuna lanzaba al aire de manera siniestra un día sí y otro también.

“La diferencia entre la vida y la muerte está en el espesor de un papelillo de fumar.”

Vamos a contar mentiras constituye la segunda parte de una trilogía que se inició con la novela Alicia en el país de la alegría, publicada también por la editorial Lastura, con excelente aceptación por parte de críticos y lectores. En el primer volumen, Alicia nos cuenta en primera persona la vida de su familia durante los duros años del franquismo. La novela que ahora nos ocupa es un retroceso en el tiempo, un viaje a la época en que nacieron sus padres, dos personas sencillas que se enamoraron, se casaron y lograron sobrevivir en medio del horror, a pesar de las enormes adversidades a las que se enfrentaron. En esta segunda entrega de la saga, Alicia relata hechos que no ha conocido personalmente sino que han llegado hasta ella de múltiples formas: a través de la voz de distintos narradores, de documentos oficiales, de legajos extraídos de armarios polvorientos, de hemerotecas y archivos, de la memoria colectiva en suma. Con todo este material, la narradora construye una novela realista en la que no deja títere con cabeza. Ha descubierto, y nos lo cuenta sin pelos en la lengua, que la historia que ha llegado hasta nuestros días está plagada de falsedades, de secretos y de mentiras. Y la dignidad nos obliga a desenmascarar a los asesinos. A quienes adulteraron la verdad. A los responsables de tanta ignominia.

Unamuno nos explicó en qué consiste el concepto de intrahistoria: la cotidianidad de unos personajes cuya existencia no figura en los anales ni en las crónicas, pero que con su diminuta aportación personal ayudaron a confeccionar la Historia con mayúsculas. El relato de Nieves Álvarez es un buen ejemplo de ello. A lo largo de las casi trescientas páginas que conforman la narración, asistimos atónitos al encadenamiento de sucesos que transformaron la apacible vida de unos personajes inocentes en un infierno. Conocemos a gente humilde que habita un pequeño pueblo de la provincia de Ávila. En ningún momento se nos dice el nombre de este lugar, pero no importa. Como señala la propia autora, se trata de “un pueblo que no tiene nombre porque es el resumen de muchos pueblos de la España profunda”.

Ante nosotros desfila gente apegada a la tierra, a las tradiciones y a la rutina diaria. Gente sencilla que nace y muere sin saber por qué se nace y por qué se muere. Participamos de sus relaciones humanas, de sus penas y sus alegrías. Cantamos con ellos, caminamos con ellos, amamos y sufrimos con ellos. Maestros, curas, alguaciles, médicos, sastres, campesinos, comerciantes, Hijas de María, sacristanes.. . Hombres y mujeres que de repente se vieron zarandeados por la brutalidad de la guerra.

“El pueblo llano siempre sufre las consecuencias, las imposiciones, las discusiones, los recorridos imprecisos. El miedo, el dolor y la tristeza aparecen sin llamar a la puerta, entran y se apoderan de toda la casa.”

Las rencillas políticas y sociales socavan la paz y destruyen la armonía cotidiana. Los peores instintos, latentes durante años, emergen a la superficie, como un agua oscura y maloliente, y lo impregnan todo. Celos, envidias, rencores, ambiciones desmedidas… De la noche a la mañana, el hombre se convierte en un lobo para el hombre.

“El miedo tiene forma de dolor en el pecho, de incertidumbre fiera, de palabras que apenas pueden salir de las bocas, de un pueblo que no sabe qué hacer, cómo actuar sin que el pánico lo domine, le imponga sus leyes, lo arrastre a decidir sin tener conciencia de lo que decide.”

Por desgracia, nada de lo que se cuenta es mentira. La autora nos lo confiesa sin tapujos: “Todo en esta historia está basado en hechos reales. No es fruto de la imaginación, sino de la investigación”. Tales palabras nos llevan a pensar una vez más en el título. En la triste ironía con la que se nos convoca a la lectura. Quizás habría sido más certero afirmar que con este relato descarnado no vamos a contar mentiras, sino verdades como puños.

La trama no ofrece excesiva complejidad, pues los hechos están narrados de manera lineal, siguiendo el orden cronológico de los acontecimientos. Juan y María son dos niños que se aman desde su más tierna infancia. Crecen amándose y viven amándose. La suya sería una vida destinada a la felicidad si no se interpusieran en su camino mil y una contrariedades. Juan destaca por su bondad. Le encantan los libros y goza de una inteligencia excepcional, pero la pobreza le impide estudiar. Debe trabajar para sacar adelante a su familia. Sueña con un mundo más justo y con compartir su vida con María. Ella es hija de uno de los caciques del pueblo. Un hombre intolerante y despótico, que simboliza la maldad en estado puro. Feliciano no puede aceptar que su hija contraiga matrimonio con Juan por varias razones: porque es pobre, porque es ateo y porque es “un rojo de mierda”.

La crueldad de Feliciano será determinante en el devenir de los sucesos. Cuando comienza la guerra y las tropas nacionales llegan al pueblo, se precipita la tragedia. El amor incondicional de María no podrá ablandar el corazón de su progenitor, que se convertirá en el verdugo implacable de la pareja.

Ese es el leit-motiv de la narración, lo que en palabras de la propia Nieves Álvarez articula la historia: “lo que quiero rescatar de esta novela es el amor”. No nos extrañe pues que los momentos de intimidad entre Juan y María sean de una belleza lírica realmente sobrecogedora. Los dos amantes:

“…dejan pasar el tiempo hasta sentir ese desvanecimiento inexplicable que otorga al amor la inmortalidad.”

La novela es un retablo de personajes perfectamente diseñados y documentados, que representan lo mejor y lo peor del ser humano. Como lectores, acompañaremos a Juan en su eterno peregrinaje por cárceles, campos de concentración, campos de trabajo forzado y todo tipo de lugares siniestros. La violencia campa a sus anchas en un país que la guerra ha convertido en un montón de escombros humeantes. Presenciaremos violaciones, fusilamientos, asesinatos indiscriminados, estafas, corrupción…. Sin embargo, en medio de tanta desolación, también habrá espacio para la solidaridad, el compañerismo y los buenos sentimientos.

La pluma de Nieves Álvarez narra y describe con una agilidad sorprendente. Sus diálogos son frescos, directos, llenos de viveza, y responden en todo momento al decoro de los personajes que participan en ellos. Abundan las expresiones familiares, las imprecaciones, los términos cariñosos, el uso figurado de la lengua. En fin, todos aquellos recursos propios del lenguaje hablado y cotidiano, que es al fin y al cabo, el que emplean nuestros personajes. La prosa de la autora avanza como un tornado en el que se entrelazan sentimientos, vivencias, sueños y tristezas, que mantienen al lector en un suspense permanente y que lo conducen de la mano hasta el punto final de la narración con singular maestría.

No faltan las hondas reflexiones y la profundidad de pensamiento. Al hilo de los sucesos, Nieves Álvarez se revela como una escritora de una exquisita claridad conceptual.

“Juan sabe que nada de lo que sucede fuera de uno mismo es eterno.”

Estamos, en definitiva, frente a una novela que plantea la necesidad de abordar de una manera inequívoca la recuperación de nuestra memoria. No podemos seguir obviando la verdad. Quienes escribieron la historia nos mintieron. Ahí están los cientos de documentos que lo acreditan. Muchos fueron los asesinos, ladrones y criminales que quedaron impunes, amparándose en la oscuridad del franquismo. Muchos son los que todavía esperan en una tumba anónima ser rescatados del olvido. Hora es de ajustar cuentas con el pasado.

Aconsejo que lean esta novela con un lápiz y un pañuelo. Se acordarán de los versos de Jaime Gil de Biedma: “De todas las historias de la Historia / sin duda la más triste es la de España”. El lápiz les servirá para subrayar peripecias, nombres y datos reveladores o sutiles reflexiones y sentencias dignas de recordar. Les aseguro que algunas escenas les van a cortar la respiración. Es posible que la intensidad de ciertos pasajes les haga emocionarse hasta las lágrimas. Como suele ocurrir con las grandes novelas que han jalonado la historia de la literatura.

Por eso lo del pañuelo.