LAS AVENTURAS DE ALICIA DUCKWORTH

 

J. R. Barat

 

     Se cumplen ciento cincuenta años de la publicación de una de las más celebradas novelas de todos los tiempos: Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas.

     Fue un matemático inglés llamado Charles L. Dogson, aficionado a la literatura y a los juegos de lógica, quien concibió el personaje y la historia que haría las delicias de generaciones y generaciones. Una historia subterránea, insólita, extravagante, habitada por personajes anárquicos y extraordinariamente irreverentes.

        Como no podía ser de otro modo, Dogson (que firmaba sus obras con el pseudónimo de Lewis Carroll) utilizó la historia para poner en solfa a la sociedad de su tiempo: denuncia, crítica, burla, sátira. Brillante metáfora de una niña que accede a un mundo imaginario donde suceden las cosas más disparatadas, las situaciones más absurdas.

       Muy pronto, los personajes que pueblan la delirante aventura de Alicia pasaron a formar parte de la mitología infantil. El Conejo Blanco, el Sombrero Loco, la Reina de Corazones o el Gato de Cheshire, por poner solo algunos ejemplos, han recorrido el mundo de cabo a rabo y han hecho las delicias de niños y adultos de los cinco continentes. Y tanta fue la aceptación que Charles Dogson tuvo que escribir una segunda parte, titulada A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, aunque esta segunda entrega no tuvo tanta aceptación. Y es que, como suele decirse, nunca segundas partes fueron buenas. A excepción del Quijote, claro.

      Obra maestra, la novela ha sido traducida a casi todos los idiomas del mundo. En su edición original, el libro contaba con ilustraciones del mismo Dogson. Al parecer, la idea originaria brotó una tarde veraniega en el que el autor paseaba en barco por el río Támesis, acompañado de su amigo Robinson Duckworth y sus hijas, la mediana de las cuales tenía diez años y se llamaba Alicia. En una de las escalas, y para refugiarse del intenso calor, Dogson y sus amigos se refugiaron bajo unos árboles. Allí, los dos adultos comenzaron a contar historias, a cual más disparatada, para entretener a las niñas. Alicia estaba entusiasmada oyendo las narraciones improvisadas. De regreso en casa, Dogson se dedicó a poner por escrito aquellas mismas historias. Y como no podía ser de otra manera, la pequeña Alicia Duckworth se convirtió en la protagonista de la que sería una inmortal obra

       Con el tiempo, la novela de Dogson se ha convertido en un clásico y ha sido fuente de inspiración para adaptaciones musicales, cinematográficas, literarias, dramáticas, videojuegos, series de televisión, óperas, canciones y, en definitiva, todas las manifestaciones culturales existentes. Prácticamente no hay artista que no haya rendido algún tipo de homenaje a la inolvidable protagonista de la novela. Los Beatles, Salvador Dalí, Tim Burton o Bob Dylan son algunos de los numerosos recreadores del mito.

      Ciento cincuenta años han pasado desde que la obra de Dogson viera la luz. Y después de tanto tiempo, la maravillosa narración de Alicia sigue entusiasmando a jóvenes y adultos. Bien está que las Fallas valencianas rindan cumplido homenaje a una historia que entusiasmó a nuestros padres, nos entusiasma a nosotros y entusiasmará a nuestros hijos y nuestros nietos.

     Y no olvidemos que Alicia en el país de las maravillas es una metáfora de la realidad humana. El hombre necesita de la imaginación para sobrevivir en un mundo demasiado pedestre y chabacano. Sin fantasía no hay paraíso que conquistar. Soñemos porque el soñar nos hace libres. Y acaso más felices. “Que toda la vida es sueño”, decía Calderón de la Barca. Y no le faltaba razón.

 

J. R. Barat

                 14 de diciembre de 2014

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