SI PREGUNTAN POR MÍ, de J. R. Barat
por JAIME SILES
Calle del Aire. Editorial Renacimiento. Sevilla. 2021.
Reseña aparecida en Postdata. Diario Levante. Valencia. 2021.
Los poetas suelen tener horas del día, a las que les son fieles porque en ellas encuentran la percepción del instante más idónea para poder crear. Paul Valéry buscaba ese estímulo en los momentos iniciales del día, entre la madrugada y el amanecer.
Para Juan Ramón Barat (Valencia, 1959) son los últimos fulgores de la tarde los que lo ponen en camino hacia la lucidez. Su libro Si preguntan por mí -que ignoro si es el último porque su obra está siempre en proceso continuo y no cesa nunca de crecer- objetiva la perspectiva y sensación de un sujeto que ha superado ya la mediana edad desde la que escribía Dante y se enfrenta a esa etapa de la vida tan bien descrita por el Don Juan de Byron. De ahí que su escritura sea, por decirlo de algún modo, elegíaca, pero fundada en un estoicismo jubiloso que lo defiende de toda desesperación.
Barat acomete el reto de la vida, pero también lo acepta. Lo que explica el equilibrio clásico desde el que se contempla a sí mismo y analiza el paso de los años, y la erosión que el tiempo en tantas cosas deja, pero no renuncia a celebrar su intensidad por melancólica que sea ésta, y lo es y mucho: funciona, pues, sobre el juego de espejos que hay entre la realidad y la memoria y tematiza lo que podríamos llamar instancias íntimas del yo. Lo que lo sitúa en un territorio poético muy próximo al de la denominada poesía de la experiencia, que es la que corresponde a su generación y que él, por voluntad propia, asume y encarna, pero con una clara y significativa diferencia: en Barat no hay nunca frivolidad sino ansia de comprender el verdadero sentido de la vida: su “don irrepetible/dondequiera que esté”.
Sus mejores poemas (“Amor y geometría”, “A cielo abierto”, “Meditación transcendental”, “Circuito cerrado”, “Acción de gracias”, “Albor”, “El quid de la cuestión”, por señalar algunos de ellos) inquieren sobre “La razón sin porqué de la existencia” y el amor “más allá de la carne y su fulgor efímero”. Sin ser un poeta metafísico roza los ámbitos de esa poesía grauis que, como filólogo clásico, conoce muy bien y que generó entre los ingleses una corriente muy cara a Cernuda: la de la poesía de la meditación. Casi toda – o toda- la de Barat lo es, y él se mueve muy bien dentro de su código y por toda su panoplia de registros que le concede “otra oportunidad de ser feliz/ en medio del estiércol”. Poeta solidario, expresa su condición de sujeto único, pero también común: la convicción de ser un ser humano más, unido a los otros por “el hondo temblor/ante lo incomprensible, /la gris mediocridad” y “el dolor de “saberse “fugaz e intranscendente/en el absurdo devenir del mundo”.
Juan Ramón Barat es uno de los más dotados y mejor formados poetas de su generación.