Contra la blanca tapia de la casa
aquella tarde el sol
lamía con su luz las buganvillas.
En la radio sonaba
una música dulce de verano
y flotaba en el aire
el olor de la albahaca.
Un mirlo atravesó frente a mis ojos
el cielo azul.
Recuerdo
aquel momento breve de mi vida
con una nitidez extraordinaria.
De repente sentí que la belleza
me ofrecía desnuda su esplendor,
que la razón del mundo
me estaba siendo revelada
con toda intensidad.
Luego, vino la noche
y supe con tristeza que la vida
de los hombres no admite
pasaporte de luz al infinito.
Recuerdo aquella tapia con nostalgia,
el sol, las buganvillas,
el olor de la albahaca, la música y el mirlo.
Todo lo que perdí
aquella extraña tarde para siempre.