CONFESIONES DE UN SAURIO

Poesía
Adultos
XI Premio de Poesía “Francisco Mollá”, Petrer. Alicante. 2004.
Editorial Aguaclara
Colección Anaquel
LA TAPIA
Contra la blanca tapia de la casa
aquella tarde el sol
lamía con su luz las buganvillas.
En la radio sonaba
una música dulce de verano
y flotaba en el aire
el olor de la albahaca.
Un mirlo atravesó frente a mis ojos
el cielo azul.
Recuerdo
aquel momento breve de mi vida
con una nitidez extraordinaria.
De repente sentí que la belleza
me ofrecía desnuda su esplendor,
que la razón del mundo
me estaba siendo revelada
con toda intensidad.
Luego, vino la noche
y supe con tristeza que la vida
de los hombres no admite
pasaporte de luz al infinito.
Recuerdo aquella tapia con nostalgia,
el sol, las buganvillas,
el olor de la albahaca, la música y el mirlo.
Todo lo que perdí
aquella extraña tarde para siempre.
EL CIERVO
La tarde se me escapa
igual que un ciervo herido. Va dejando
una estela de sangre que mis ojos
humillados persiguen.
Es inútil tratar de contener
la hemorragia terrible de la tarde,
la muerte de ese ciervo
detrás del horizonte.
El crepúsculo incendia
los últimos zarzales de la luz
en una hoguera azul definitiva
y al fin cae la noche
como una oscura lápida.
El silencio coagula entre las sombras.
Estremecido, escucho
cómo en mi corazón
los lobos despedazan la carroña.
LA LOMBRIZ
Sobre la tierra húmeda se arrastra
como una sombra oscura. Desconoce
su punto de partida,
la dimensión exacta de su ser,
por qué el azar perpetra el sabotaje
perpetuo de un destino
que nunca se proclama.
Su cuerpo a ras de tierra
se ha de fundir un día con la tierra.
Metódica y tenaz,
como quien cava un agujero negro
en las estribaciones de la nada,
la lombriz silenciosa
trepana lentamente
su destino de barro sin destino.