LA CRIPTA NEGRA

¿Señalando el sol? Repasé las fotos. Escudriñé la tercera. En ella el chico se acercaba a la baranda. Detrás de él, a lo lejos, se podía divisar algo. Amplié al máximo. Parecía una estatua sobre un pedestal. Apenas podía distinguir nada porque la ampliación difuminaba casi por completo la imagen. Me levanté de la cama y busqué en el segundo cajón de mi escritorio. Allí guardaba el mate- rial escolar de cuando iba al instituto. Encontré la lupa, junto al compás, el cartabón y la escuadra. Regresé a la cama. La apliqué sobre la foto. Sí. Era una estatua sobre una columna. Tal vez amarilla. Y parecía un ave enorme, porque tenía algo que bien podría ser un ala desplegada. Estuve mirando y remirando las fotos, hasta que el sueño comenzó a ganarme la batalla. Apagué el móvil y la luz de la lamparita de noche, y me sumí en las aguas turbulentas de mis pesadillas. Cuando me desperté, la luz del amanecer se filtraba por la ventana. Por mi cerebro pululaban imágenes absurdas. Madrid era una ciudad en llamas que sobrevolaban terribles aves prehistóricas. Sus picos lanzaban llamaradas de fuego, como si fueran dragones, incendiándolo todo. 12

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